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viernes, 7 de enero de 2011

A portarse mal...

Si la obediencia reafirma al amo que somete y explota al otro, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma al político transero, a portase mal.
Si la obediencia reafirma al sindicalista que se subordina al interés del capital traicionando al obrero, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma al maestro que viene con cosas abstractas y no nos ayudan a resolver cosas concretas de nuestra vida, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma al médico que solo quiere atacar el síntoma orgánico y no las circunstancias que lo provocan, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma al religioso que te habla de la moral siendo un inmoral, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma solo tu lugar de objeto de deseo de otro y no ser sujeto de tu propio deseo, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma el mandato paterno y materno, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma al orden que da ventajas a unos pocos y perjudica a muchos, a portarse mal.
Si la obediencia a las leyes solo se aplica a los pobres, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma que en tiempos de bonanza económica las ganancias se individualizan y las perdidas se socializan, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma que los individualistas, egoístas son premiados y los solidarios castigados, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma que vos pienses y sientas que no hay esperanza, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma los valores que instala el poder, a portarse mal
Si la obediencia reafirma que pocos tengan derecho a decir mucho y muchos no tengan derecho a decir nada, a portarse mal.
Si la obediencia reafirma que el amor es un sentimiento impulsado solo por el interés, a portarse mal.
Desobedecer es una cuestión necesaria para que las cosas cambien y nos hacen creer que eso es portarse mal.

GABRIEL H. HOLLMAN

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